El día Miércoles me tocó ver el partido de Chile sola porque estaba enferma. El ser más cercano era la Cleme, que estaba en el patio porque se podía contagiar. Debo decirlo: fue una experiencia a lo fome; más fome que acuario de almejas, bailar con la hermana, correr mano con guante, etc. Y no por el partido mismo, es buen fútbol y en general puedo ver un partido sola, pero no el partido de Chile y en las circunstancias del Chile actual. Faltó el grupo animado, la euforia, los gritos al árbitro, el "uuuhhh" cuando la pelota va cerca del arco contrario. Por algo los partidos de Chile son un evento; las calles quedan vacías, los supermercados son un agrado. Las personas se juntan, aún los que no disfrutan tanto del deporte, comen, brindan, gritan. Se alegran en conjunto, se enojan, se alegran. Es un salir de sí mismo y fundirse en la masa, aún cuando sea tu círculo cercano de amigos. Toda la emoción que sentí al final quería compartirla, abrazar y seguir gritando. Y entonces pensé en todos aquellos que trabajan o no pueden ver el partido, aunque quieran, en estos días. Micreros, personas que van de viaje desde sus trabajos, enfermeros... Pues entonces les doy un pequeño homenaje a todos ellos, aún cuando compartí su experiencia solo por un día,
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