A pesar de que en este momento se encuentra en una esquina porque hizo trizas unos conos, contaré la historia de la Cleme. Hace exactamente un año, estábamos en el cumpleaños de mi tía Tere, cuando mi prima Pitu nos contó una triste historia. La Pitu estudia veterinaria, y a su escuela llego una golden retriever maltratada. Un hombre de identidad desconocida compró una perrita para sus
hijos, pero a su pareja no le gustó mucho el regalo, así que comenzó a maltratarla y a ser muy mala con ella. Como la situación no daba para más, el hombre fue obligado a optar por la cleme (que en ese momento parece que se llamaba Pepa) o su pareja. Optó por su pareja. La Cleme quedó sin casa y nadie podía tenerla por su tamaño y por el gasto que significaba. Los compañeros de la Pitu empezaron a buscarle casa pero no habían tenido buenos resultados. Ese día Domingo podría haber sido el último de la Cleme. Sin dueño y sin un hogar su destino era ser sacrificada. Pero nosotros no podíamos dejar que eso pasara, así que comenzarmos el lavado de cerebro de mi mamá para que me dejara traer a la perrita a casa. Después de solucionar las preguntas de rigor (¡¿y quién la va a cuidar?!, ¡¿y quién va a limpiar sus cosas?!, ¡¿y con quién la vamos a dejar en las vacaciones?!) y nuestras satisfactorias respuestas, mi mamá comenzó a ceder. Vino la pregunta final: ¿y de qué porte es?... chiiicaaaa. Mi mamá accedió. En la noche llego en una camioneta. Ya venía con su tamaño original (por lo que a mi mamá se le deformó la cara) y estaba en una orilla de la camioneta. Cuando le intentamos hacer cariño, se agachó, protegiéndose de un posible golpe. Nos costó un poco que confiara en nosotros y que supiera que nosotros le queríamos entregar amor. El nombre aún no lo decidiamos, y según yo tenía cara de Gloria, como la hipopótamo de Madagascar, porque estaba un poco pasada de peso. Después de mucho pensar llego su nombre definitivo: Clementina. De a poco la Cleme se ganó un lugar en nuestros corazones y hoy es un miembro de la familia más. Aún toma gotitas de bach para superar sus traumas iniciales, comenzar a confiar en que no siempre la abandonarán o maltratarán. Por suerte, para la Cleme, ella pudo encontrar un hogar.
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