El mes de Diciembre del año 2006 me tocó la buena suerte (para mí) de que llegara a mi correo electrónico una oferta de trabajo para difusión de una nueva política de gobierno que se llamaría Transantiago. La idea era que repartieramos en distintas comunas y puntos estratégicos información mediante panfletos y nuestro propio conocimiento. La verdad es que la información que entregabamos no era muy fluida, porque poco se sabía de lo que venía. Más de alguna persona me tiró el panfleto por la cabeza molesta porque ya no podía tomar la micro para cruzar todo Santiago. Bueno, el fruto de ese trabajo fue Brasil 2007, pero para el caso, da lo mismo.
El otro día me tocó tomar micro en el paradero de Los Grillos con Ossa (cerca de Bilbao con Vespucio) a eso de las 19.30 hrs. Quería y necesitaba llegar a Plaza Egaña, pues me estaban esperando. Me servían dos micros: la 112 y la 216. Sin embargo, pasaron 7 repletas. No puedo decir nada sobre la frecuencia, porque pasaban y tampoco de las micros. Sin embargo, algo estuvo mal en el comienzo y sigue estando mal. Para mí, estos ingenieros medios sistémicos diseñaron un plan perfecto que olvidaba un pequeño detalle: las personas. Las personas que podían no pagar el pasaje, subirse por atrás, no avanzar si no querían, personas reticentes al cambio, a moverse, personas que reclaman... en fin. Y creo que aún no se
ha logrado. Parece que el problema es que antes de hacer este tipo de cambios debiese consultar a un antropólogo o un sociológo o alguien que permita entender hacia donde ir. Por muy bueno que sea un sistema, trabajar con personas no es fácil y menos si es en masa. En el paradero se gestó un ambiente desagradable, y aunque soy defensora del transantiago, no lo habría hecho pues no estaban dispuestos a seguir esperando. Querían llegar a sus casas y con razón, pero creo que Transantiago se hizo cargo de algo más grande que el transporte. Se hizo cargo de delatar algo que venía latente. Hizo patente que existe gente que tiene que cruzar Santiago en micro todos los días, hizo patente la molestia de las personas. Hizo patente que esta ciudad prepara calles en la mañana para que todos lleguen más temprano a sus trabajos, pero poco prepara las calles de la tarde para que lleguemos pronto a casa. Por lo tanto, no ha logrado lo más importante y aún las personas que toman el transporte público lo hacen sintiendo que no tienen más opción. Quien diría que alguien extrañaría las micros amarillas.
Yo le tengo confianza. Siento que es como una idea de metro con micros. De verdad espero que en algún momento se logre hacer el cambio de mentalidad y podamos tomar el transporte público como opción descontaminante y saludable. Mientras eso sucede espero que se tomen las decisiones en la dirección correcta, y se considere que las personas no siempre son variables calculables, sobre todo cuando hablamos de toda una idiosincracia.
El otro día me tocó tomar micro en el paradero de Los Grillos con Ossa (cerca de Bilbao con Vespucio) a eso de las 19.30 hrs. Quería y necesitaba llegar a Plaza Egaña, pues me estaban esperando. Me servían dos micros: la 112 y la 216. Sin embargo, pasaron 7 repletas. No puedo decir nada sobre la frecuencia, porque pasaban y tampoco de las micros. Sin embargo, algo estuvo mal en el comienzo y sigue estando mal. Para mí, estos ingenieros medios sistémicos diseñaron un plan perfecto que olvidaba un pequeño detalle: las personas. Las personas que podían no pagar el pasaje, subirse por atrás, no avanzar si no querían, personas reticentes al cambio, a moverse, personas que reclaman... en fin. Y creo que aún no se
ha logrado. Parece que el problema es que antes de hacer este tipo de cambios debiese consultar a un antropólogo o un sociológo o alguien que permita entender hacia donde ir. Por muy bueno que sea un sistema, trabajar con personas no es fácil y menos si es en masa. En el paradero se gestó un ambiente desagradable, y aunque soy defensora del transantiago, no lo habría hecho pues no estaban dispuestos a seguir esperando. Querían llegar a sus casas y con razón, pero creo que Transantiago se hizo cargo de algo más grande que el transporte. Se hizo cargo de delatar algo que venía latente. Hizo patente que existe gente que tiene que cruzar Santiago en micro todos los días, hizo patente la molestia de las personas. Hizo patente que esta ciudad prepara calles en la mañana para que todos lleguen más temprano a sus trabajos, pero poco prepara las calles de la tarde para que lleguemos pronto a casa. Por lo tanto, no ha logrado lo más importante y aún las personas que toman el transporte público lo hacen sintiendo que no tienen más opción. Quien diría que alguien extrañaría las micros amarillas.Yo le tengo confianza. Siento que es como una idea de metro con micros. De verdad espero que en algún momento se logre hacer el cambio de mentalidad y podamos tomar el transporte público como opción descontaminante y saludable. Mientras eso sucede espero que se tomen las decisiones en la dirección correcta, y se considere que las personas no siempre son variables calculables, sobre todo cuando hablamos de toda una idiosincracia.
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